KATMANDÚ, UN ESPEJO EN EL CIELO





   Aunque no es su primer proyecto internacional, recordemos que suya es También la Lluvia, cinta estrenada en 2010 rodada íntegramente en Bolivia y con 13 nominaciones a los Goya entre ellas a la mejor dirección, podemos decir que es la primera producción española de ficción rodada en el Himalaya (Katmandú, Bhaktapur y Mustang) así como que gran parte del equipo artístico y técnico son nativos de la zona incluyendo 3000 personas entre extras y figuración. Así se presenta el sexto trabajo de Icíar Bollaín (Te doy mis ojos, Mataharis) donde se nos narra la historia de Laia, una profesora catalana que se desplaza al Himalaya a trabajar en una pequeña escuela local. Conocerá entonces un país en donde la columna vertebral por el que se rige son sus ancestrales tradiciones, unido a la inmensa pobreza que lo baña. Todo ello chocará de frente con ella y le hará cuestionarse muchas de sus ideas. 

   Toda la historia está narrada bajo el punto de Laia, papel que recae en la actriz madrileña Verónica Echegui (doblemente nominada al Goya por Yo soy la Juani y El patio de mi cárcel). Verónica aporta tal credibilidad a su personaje que se convierte en uno de los puntos más fuertes de este título. A un servidor le chocó un poco al principio el hecho de oírla hablar en inglés, idioma en el que ha sido rodada la película, pero creo que es un acierto cuando ves a la actriz conjugar el idioma anglosajón con el español, que lo consigue de una manera muy natural. Ello aporta credibilidad y carácter al personaje. Además, Echegui construye un personaje que llora cuando tiene que llorar (fantástica esa escena en la que Laia descubre el nombre de una niña de la escuela), grita cuando tiene que gritar (esa escena bajo la lluvia acompañado de un grito desgarrador del que somos testigos a través de una ventana) o sonríe cuando debe hacerlo (la manera de construir el rito de la boda a través únicamente de miradas). 


   La linealidad con el que está narrado el discurso se quiebra con la inserción de dos únicos pero importantísimos flashback que justifican ciertos comportamientos de la protagonista. Con estas dos retrospecciones entendemos que pueda llegar a tomar decisiones tan importantes como son casarse con un nativo en un país en donde es el hombre el que debe conceder el divorcio a la mujer. Incido tanto en este recurso narrativo porque sin el, el detonante de la historia (el que ella decida casarse) al menos a mi me parecería inverosímil. 


   El guión que escribe la propia Icíar vértebra en dos temas: El trabajo de Laia en la escuela y una crítica social a determinados comportamientos social/culturales. El problema que yo le veo a este planteamiento es que ambos temas por si solos son interesantes, pero mezclados en una cinta que no llega a las dos horas se solapan y el resultado es una sensación de ver algo que gusta pero no emociona. Bollaín intenta contar dos temas que se podrían haber hecho películas independientes (y las dos tal vez buenas), pero que al ser juntados intenta abarcar todo y nada. Yo me hubiera quedado sólo con la fantástica historia de la escuela y hubiera suprimido tanto el personaje del esposo (incluyendo cuando acude a conocer a su familia) ya que me parece que frena a la otra historia. ¿Para qué el personaje del monje al que acude a pedir consejo?, ¿Por qué plantea una interesante subtrama que es esa en la que una niña desaparece de la escuela para luego diluirse y quedarse en nada?. ¿No hubiera sido más interesante desarrollar la relación de Laia con Sharmina, su ayudante en la escuela?. 


   Por otro lado, además de temas como la igualdad de la mujer, las diferencias sociales, las tradiciones, explotación infantil o el respeto a los mayores, en el guión subyace una defensa al aborto que me parece muy tramposa. Un tema lleno de matices como es ese, se nos plantea llevado al extremo, poniendo al espectador entre la espada y la pared y dejándole poco que decir. No sólo lo hace una sino dos veces. El tema y la manera de presentarlo es un tanto irrisoria, inverosímiles y creo que es una pena que plantee un tema tan controvertido de una manera tan simplista. 


   Bellamente fotografiado por Antonio Riestra (ganador del Goya por Pa Negre), jugando con hermosas composiciones en profundidad, Katmandú es una correcta película gracias sobre todo al trabajo que hace Verónica Echegui en una historia que gustará, pero no emocionará.




     

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