CRITICA HYSTERIA (55%)

ESTRENO 15/06/2012


   Según Wikipedia, la histeria es una enfermedad del útero y, por lo tanto, propia de la mujer, que causa trastorno en el comportamiento psicológico. A lo largo del siglo XIX y desde hacía cerca de mil años atrás, los médicos trataban a sus enfermas por medio de masajes de clítoris hasta que conseguían alcanzar el orgasmo, momento en que aplacaban su mal. A partir de 1880 los casos se fueron multiplicando, convirtiéndose en excesivos…

   La directora Tanya Wexler (Ball in the house) dirige un guión de los debutantes Stephen Dyer y Jonah LisaDyer y una idea de Howard Gensler. La historia, básicamente, es una comedia romántica situada en el marco de finales del siglo XIX con la guerra de sexos y por la igualdad entre géneros de por medio y el inventor del vibrador como protagonista de la misma.

   Wexler intenta reflejar la diferencia de clases mediante éste peculiar tema y los personajes que aparecen en pantalla, pero el hecho es que el resultado se queda más en intenciones que en otra cosa. La irregularidad del resultado es simplemente porque el desarrollo de la historia está demasiado encorsetado y manido (cumple todos los requisitos de una comedia romántica) como para poder desarrollarse de alguna otra forma (en ningún momento la historia de Gyllenhaal contiene un ápice de interés más allá del hecho de que define claramente a su personaje). Pese a este pequeño defecto, de fondo no de forma,  se denota un buen manejo de los decorados (cuidada ambientación por parte de Bill Crutcher (La dama de hierro) y de los espacios por parte de la directora que seguramente se pueda desarrollar en futuros proyectos.

   Un gran reparto encabezado por el británico Hugh Dancy (Martha Marcy May Marlene, Conociendo a Jane Austen, Adam) que interpreta al joven doctor Mortimer Granville e inventor del vibrador y la siempre magnífica Maggie Gyllenhaal (Corazón rebelde, Ellas y ellos, Secretary, acompañados de Rupert Everett (Matar a un rey, La boda de mi mejor amigo, La locura del rey Jorge) y Jonathan Pryce (Brazil, Stigmata, Evita)  hacen que el humor y la acidez del simple guión ensalce el resultado y haga al espectador sonreír en muchas más situaciones de las que el libreto sugería.

   Todos estos ingredientes producen como resultado una agradable comedia, fresca y juguetona, aunque sin un ápice de la presunta sexualidad que debería tener por el tema tratado.

ISRAEL LÓPEZ

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