CRITICA LOS JUEGOS DEL HAMBRE (69%)

ESTRENO 20/04/2012

   A estas alturas a nadie se le escapa que la llamada “saga del hambre”, compuesta por Los juegos del hambre, En llamas y Sinsajo, es un rotundo éxito editorial y cinematográfico a nivel mundial. Es una novela dirigida a un público juvenil/adulto, ávido de las emociones que otras sagas literarias como Crépúsculo o Harry Potter les ha brindado años atrás (y los productores ávidos de un éxito de esas dimensiones). La novela (y la película, obviamente) es de género distópico (sitúa la acción en un mundo futuro imaginario, en oposición a cualquier tipo de sociedad utópica imaginable) y de ciencia ficción, que mezclado con un impredecible triángulo amoroso (como clara referencia a la saga) hace las delicias de los adolescentes…y no tan adolescentes, que han leído la novela y vean la cinta.

   A priori, es chocante la elección de un director como Gary Ross (Seabiscuit, Pleasantville) para trasladar a la pantalla un “producto” como éste. Sobretodo, porque en todos sus trabajos se ha percibido una personalidad que iba mucho más allá de la industria cinematográfica (en catorce años ha dirigido tres películas, aunque también ha producido y escrito en su carrera títulos como El valiente Despereaux y Big) y para nada conforme con los cánones y estándares comunes en Hollywood. Quizá por esta peculiaridad, el resultado de la película es satisfactorio en las formas (excepto por esa dirección sucia de las escenas de acción en las que no te deja apreciar lo que sucede en pantalla), aunque no el fondo.

   Si algo desprenden las novelas de Suzanne Collins es: fuerza y pasión. Viendo la película he tenido la sensación de que aunque tiene mucha fuerza lo que se cuenta (la historia es muy, muy potente) le falta mucha pasión a la hora de narrarlo. La elección de Prim, la hermana de Katniss, como representante del distrito 12 en los juegos del hambre y cómo ésta la sustituye; la relación de la protagonista con la joven Rue (y como termina) o su relación de amor/odio con Peeta….son ejemplos de momentos muy impactantes en la novela, que sin embargo en la película son retratados de una forma más bien distante y fría por Ross.

   Quizá estas percepciones son producidas porque me haya leído los libros y ya tenía formada una idea cinematográfica de lo que debería y cómo debería ser la película sobre esta saga, pero una dirección mucho más “cálida” y cercana, pienso, que hubiera mejorado el resultado final (cinematográficamente hablando, por supuesto, ya que el resultado comercial viendo la recaudación que lleva es prácticamente inmejorable).

   Como adaptación cinematográfica es bastante ejemplar y acertada, ya que Ross con la ayuda de Billy Ray (que con las adaptaciones de El precio de la verdad y La sombra del poder ya demostró un gran talento) y de la propia Collins, ha desentrañado la historia de forma que cupiese en dos horas y veinte de película sin, a priori, dar la sensación en ningún momento de haberse dejado fuera nada importante (y de paso potenciando el papel del presidente Snow en ésta parte de cara a configurar un malo malísimo para la trilogía, un tanto desdibujado en las novelas hasta la parte final) y sin que en ningún momento se tenga la impresión de pesadez.

   La ambientación, la dirección artística y la fotografía de Tom Stern (habitual de Clint Eastwood en películas como Mystic river, Million dollar baby o Gran Torino…) están perfectas en la composición de un futuro apocalíptico en el que predominan los grises y la suciedad en los distritos, frente a la pomposidad y los colores chillones del Capitolio. Pero por otra parte, se produce una exagerada diferencia en la calidad del acabado de los decorados de ambas localizaciones, debido a que mientras que los distritos son recreaciones localizadas en pueblos reales; toda la parte del Capitulo son imágenes hechas mediante ordenador de una ciudad futurista que denota en demasía unos pobres (y probablemente baratos) efectos visuales.

   James Newton Howard (Diamante de sangre, La intérprete) compone una deliciosa partitura que, sin embargo, creo, no está apropiadamente montada en la película. La música no acompaña a la acción en numerosas ocasiones en las que ésta lo pide (sobretodo en los momentos dramáticos), potenciando por otro lado un gran trabajo de edición y montaje de sonido a cargo de Robert Althoff (Malditos bastardos).

   El peso de la película (y mucha culpa de su éxito) recae en un gran elenco de actores, tanto principales como secundarios, en el que se mezclan varias generaciones. Los protagonistas están encarnados por unos magníficos Jennifer Lawrence (nominada al oscar por Winter´s bone y vista en El castor o X-men: nueva generación) y Josh Hutcherson (Viaje al centro de la tierra o Los chicos están bien). Secundándoles (y disfrutando de sus jugosos papeles) están los maravillosos Stanley Tucci (Margin Call, El diablo viste de Prada, La terminal), Woody Harrelson (Bunraku, No es país para viejos, Los blancos no la saben meter), Elizabeth Banks (Los próximos tres días, Barridos por la marea)     y el grandioso Donald Sutherland (MASH, Gente corriente, Klute, Casanova (de Fellini)).

   Aunque las referencias a películas como El señor de las moscas (también basada en una novela, en este caso de William Golding), Perseguido (Running man, película protagonizada por Arnold Schwarzenegger en 1987) y sobre todo Battle Royal (adaptada de una novela que se publicó en 1999) son directas tanto en las novelas como en la película, la mayoría del público potencial de ésta saga no estarán familiarizados con ellos. Y en caso de que lo estén, nunca es un mal momento para pararnos a reflexionar sobre el futuro que nos espera si seguimos actuando como hasta ahora, construyendo puentes hacia la incultura, la incomunicación y primando la involución del individuo, frente al desarrollo cultural e intelectual de la sociedad.

   “La educación es la clave del futuro, la clave del destino del hombre y de su posibilidad de actuar en un mundo mejor” Robert F. Kennedy

ISRAEL LÓPEZ 


0 comentarios:

Publica un Commentario

Las Críticas Más Leidas