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2012
(162)
CRITICA MADRID, 1987 (77%)
ESTRENO 13/04/2012 |
Ejercicio cuanto menos interesante es lo que nos propone David Trueba (Soldados de Salamina, La buena vida) con su último trabajo presentado el Festival de Sundance y el Festival Internacional de Miami, al encerrar en un baño durante casi dos horas a José Sacristán (Cosas que hacen que la vida valga la pena, Roma) y la ganadora del Goya María Valverde (La flaqueza del bolchevique, A tres metros sobre el cielo) para desnudarlos no sólo física sino verbalmente mientras conversan sobre temas como política, religión, sociedad, costumbres, convencionalismos, la familia, el cine, la literatura, la sexualidad…Una película que se sostiene gracias al buen hacer de Trueba como guionista que construye la historia a través de múltiples temas que van surgiendo de una manera muy natural y fluida.
No nos equivoquemos al acudir a la sala de cine e intentar ver en esta película una estructura clásica con una historia que empieza y acaba. De ahí que haya querido utilizar la palabra “ejercicio” para “Madrid, 1987”. Es un experimento que puede recordar en su forma al último trabajo de Polanski (El pianista, El escritor) “Un dios salvaje” en el sentido de una única localización con actores encerrados en su interior, pero tal vez lo que hace el director de “Chinatown” tenga una estructura más convencional que lo que ahora vemos. El guión no presenta apenas puntos de giro ni una dirección clara. Se trata de un recital de interpretación puro y duro más cerca del teatro que el cine. Dos generaciones reflexionan sobre temas, unas veces son cosas banales y otras de cierto calado. Como la vida misma. Creo que Sacristán tiene un poder casi hipnótico en sus intervenciones mientras que Valverde como una estudiante algo ingenua e idealista que está acabando periodismo sabe hacerle frente, cosa bastante elogiable y nada fácil.
Para no caer en la monotonía es interesante la labor de planificación que se ha seguido, buscando constantemente encerrar al actor primero en la propia localización y después dentro del plano. Ya en el arranque vemos un interesante uso del espejo como forma del crear el contracampo, recurso que veremos más veces, y a un José sacristán prácticamente asfixiado en un extremo del encuadre. El actor encerrado dentro de si mismo. Al tener una dirección de arte muy escueta pero práctica se tiende a jugar a la composición más exquisita, foco y fuera de foco. Lo único achacable a la cinta es que unos 80 minutos frente a los 102 que dura hubiera sido de agradecer sobre todo en su recta final pero aún así animo a ver este curioso experimento/ejercicio que curiosamente se estrena el fin de semana de “Battleship” y me hace pensar sobre la expresión: variedad de gustos…
No nos equivoquemos al acudir a la sala de cine e intentar ver en esta película una estructura clásica con una historia que empieza y acaba. De ahí que haya querido utilizar la palabra “ejercicio” para “Madrid, 1987”. Es un experimento que puede recordar en su forma al último trabajo de Polanski (El pianista, El escritor) “Un dios salvaje” en el sentido de una única localización con actores encerrados en su interior, pero tal vez lo que hace el director de “Chinatown” tenga una estructura más convencional que lo que ahora vemos. El guión no presenta apenas puntos de giro ni una dirección clara. Se trata de un recital de interpretación puro y duro más cerca del teatro que el cine. Dos generaciones reflexionan sobre temas, unas veces son cosas banales y otras de cierto calado. Como la vida misma. Creo que Sacristán tiene un poder casi hipnótico en sus intervenciones mientras que Valverde como una estudiante algo ingenua e idealista que está acabando periodismo sabe hacerle frente, cosa bastante elogiable y nada fácil.
Para no caer en la monotonía es interesante la labor de planificación que se ha seguido, buscando constantemente encerrar al actor primero en la propia localización y después dentro del plano. Ya en el arranque vemos un interesante uso del espejo como forma del crear el contracampo, recurso que veremos más veces, y a un José sacristán prácticamente asfixiado en un extremo del encuadre. El actor encerrado dentro de si mismo. Al tener una dirección de arte muy escueta pero práctica se tiende a jugar a la composición más exquisita, foco y fuera de foco. Lo único achacable a la cinta es que unos 80 minutos frente a los 102 que dura hubiera sido de agradecer sobre todo en su recta final pero aún así animo a ver este curioso experimento/ejercicio que curiosamente se estrena el fin de semana de “Battleship” y me hace pensar sobre la expresión: variedad de gustos…
F.J (@Rocabay)
2 comentarios:
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